«No se es peor padre por no echar de menos a un hijo»
La
psicóloga María Jesús Álava Reyes explica los diversos sentimientos de
los progenitores que apuntan a sus hijos a campamentos de verano
Miles de
familias se encuentran en estas fechas separadas porque sus hijos se han
marchado a un campamento de verano. Los padres continúan trabajando y
es la única posibilidad que han encontrado para que sus pequeños estén
atendidos. Pasaron ya los momentos de incertidumbre para
elegir la mejor estancia para el niño, saber si tiene la edad adecuada,
tener todos los papeles en orden (tarjetas sanitarias, pasaportes, en
el caso de salir al extranjero), preparar mochilas...
La mayoría
de los niños ya están de campamento. Ahora los padres se enfrentan a una
segunda fase, la de las emociones y los sentimientos, a veces
contradictorios. En los hogares se pueden dar tres circunstancias.
La de aquellos padres que al entrar en la habitación de su hijo notan
un gran vacío y, como consecuencia, sienten tristeza, preocupación y
hasta sueltan alguna lágrima por sentirse culpables de que no pueden
tenerles a su lado y, por otro lado, hay progenitores a los que ese
mismo vacío les provoca un gran alivio y paz y el sentimiento de
culpabilidad viene en este caso motivado por no sentirse mal ni echar de
menos a su hijo.
Sentimientos encontrados
«Ambas situaciones son normales y unos padres no son peores que otros por no echar de menos a un hijo que se ha ido unos días de campamento», apunta María Jesús Álava Reyes, psicóloga y directora del centro de Psicología Álava Reyes y autora de libros como «El no también ayuda a crecer».
A estas dos situaciones, Maricarmen Pérez Isabella,
directora de actividades y fundadora del Club Eduma, además de
coordinadora de tiempo libre, añade la de «aquellos padres que en su
infancia asistieron a campamentos y ahora deciden llevar a sus hijos, no por necesidad, sino porque lo consideran como una parte imprescindible de su educación por todos los valores que aporta:
aprender a compartir, colaborar, sentirse parte del grupo, tomar
decisiones, autonomía, respetar al compañero, saber escuchar a los
demás, cumplir normas, ser puntuales...».
Cuando un niño se estrena en un campamento, es normal que las familias se sientan un poco perdidas y desorientadas. Se trata de su primer alejamiento físico desde que los pequeños nacieron.
«Esta separación es una prueba de madurez para padres e hijos –apunta
Álava Reyes–. En algunas organizaciones no dejan que los niños hablen
por teléfono con los padres, o en contadas ocasiones, para que los
pequeños estén centrados en sus actividades y disfruten al máximo. Sin
embargo, la creatividad de algunos padres muy protectores no tiene límites y
llaman con excusas insospechadas a los centros para cruzar algunas
palabras con sus pequeños. No es recomendable, puesto que el niño, al
oír la voz de su madre o padre se acordará de lo bien que está en sus
brazos y bajo el paraguas de sus mimos, lo que puede provocarle lágrimas
o que diga, sin un motivo de peso, que quiere irse del campamento»,
asegura Álava Reyes.
Normas estrictas
No
hay que olvidar que estos lugares tienen una serie de normas estrictas
que todos los participantes deben cumplir: la hora de levantarse,
colocar sus cosas, hacerse la cama... hábitos a los quizá que no están
muy acostumbrados a realizar en casa, lo que puede resultar a los pequeños algo molesto pero, que, sin duda, les inculca valores para ser más responsables, autónomos y respetuosos.
Señala Álava Reyes que es normal que los niños echen de menos a sus padres sobre todo cuando les ponen una comida que no les gusta o, por la noche, cuando se meten en la cama sin su beso de «hasta mañana», pero «superar esos momentos es muy importante y les prepara para enfrentarse a otros pequeños contratiempos».
La fundadora del Club Eduma recomienda a los padres que vivan esta estancia de forma muy positiva
«sobre todo porque se presupone que han elegido una organización seria y
segura con profesionales formados para esta labor». Insiste en que
decir a los pequeños que si quieren papá y mamá van a buscarte, «es un
error porque no les ayuda a enfrentarse a sus miedos y dificultades»,
por lo que el día de mañana harán lo mismo en otros ámbitos (con amigos,
los estudios...) y evitarán situaciones de las que no sabrán salir
porque sus padres no les han dado la oportunidad de aprender».
Un alivio «saludable»
En la otra cara de la moneda están los progenitores que se sienten liberados por que su hijo esté fuera unos días. «Es muy lógico, incluso es “saludable”, porque los padres han estado mucho tiempo centrados en la educación de los hijos,
en traerles y llevarles del colegio, de las extraescolares... y ahora
tienen tiempo de mayor tranquilidad. Por eso, –matiza Álava Reyes– es
normal que no le echen de menos o que deseen que el tiempo que esté
fuera pase lento».
Esta psicóloga explica que los campamentos implican un gran alivio especialmente para las familias que tienen un hijo con algún problema,
como puede ser de aprendizaje o de conducta, lo que supone un gran
esfuerzo diario enfrentarse a esta situación. Para ellos, un campamento
supone una liberación y un claro descanso».
Se trata, además, de unos días en los que los padres pueden centrarse más en su vida como pareja y realizar planes a los que ya no están acostumbrados por cuidar a sus hijos, como ir al cine, cenar solos, dar un paseo...
Matiza, no obstante, que hay familias en las que los abuelos influyen de forma negativa
al insistir a los padres en cómo se les ha ocurrido llevar a los niños a
un campamento pudiendo ellos quedarse con los nietos. «Frases como
“seguro que la comida es muy mala”, “pasará hambre”, “habrá que ver si
le tapan por las noches”..., pueden generar cierta ansiedad en padres
que están felices por llevar a sus hijos a estas actividades de verano»,
matiza.
En cualquier caso, al finalizar el periodo del campamento, María Jesús Álava Reyes recomienda que los padres aprovechen para que sus hijos continúen con ese cumplimiento de hábitos o normas
que han respetado mientras han estado fuera de casa. «Se trata de un
buen momento para inculcarles que prosigan con esta actitud, aunque,
desgraciadamente, la experiencia demuestra que solo lo realizan unos
días y vuelven a su rutina del hogar que en familias muy
sobreprotectoras consiste en hacerle todo al niño», concluye.
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