lunes, 21 de julio de 2014

ABC

Padres separados, ¿cómo afrontar las vacaciones?


A veces, las expectativas de estar en verano con los hijos en solitario da vértigo tras un divorcio

Las vacaciones son por excelencia el tiempo de disfrutar juntos toda la familia. Sin embargo, no se puede olvidar que cada vez existe un mayor número de padres separados y que en estas fechas se reparten a sus hijos. Una situación que, a buen seguro, será utilizada por los hijos para intentar sacar el máximo partido de sus padres.
Saber reaccionar y no desesperar ante los contratiempos o reacciones inesperadas de los hijos a veces no resulta fácil, sobre todo cuando los progenitores esperaban con ansia el momento de disfrutar de los hijos, después de su separación o divorcio.
Según Cristina García Desplat, psicóloga, asesora familiar, miembro del equipo de www.psiocatorientacio.org y colaboradora de Superpadres.com, gran parte del éxito de las vacaciones va a depender de cómo las afrontemos psicológicamente. «Pensar que vemos poco a nuestros hijos y que hay que aprovechar al máximo puede ser una presión añadida, especialmente cuando no se tiene la custodia».
Para que este tiempo en familia sea los más porvechoso y positivo posible, esta psicóloga recomienda tres situaciones que hay que evitar:
1. Grandes expectativas: No te obligues a disfrutar, ni reproches a tus hijos que no disfrutan lo suficiente. Acepta las cosas como vengan y olvídate de las grandes expectativas. Porque siempre sale algo mal. Puede llover, los transportes se retrasan, los niños se pelean, dicen que se aburren o se pasan el día llorando. Es normal y también pasaría si los padres no estuvieran separados. No tiene sentido reprocharles que no disfrutan lo suficiente y menos echarles en cara lo mucho que te ha costado o lo duro que has trabajado para conseguir pasar unos días fuera en un bonito lugar.
2. Exceso de mimos: Es habitual compensar nuestras inseguridades colmando al niño con todos sus caprichos o consintiendo comportamientos tiránicos para que pase unas «felices» vacaciones. Lo sano sería ayudarle a comprender y aceptar que hay un orden en las cosas y ese orden no lo deciden los hijos, aunque se pueden tener en cuenta sus opiniones si las expresan con corrección. Una buena receta podría ser: amabilidad, respeto y mucho cariño, pero siempre con firmeza. No ceder ante las pataletas y tener mucha paciencia para no responder con gritos a sus gritos.
3. Evitar meter al niño en nuestras guerras: Cuando el otro progenitor no quiere o no puede cumplir los planes pactados para las vacaciones debemos tener presente que para los hijos es importante no sentirse rechazado, ni abandonado. Nuestra posición ha de ser la de ayudar a aceptar, comprender y perdonar, para que el niño pueda superar la frustración. Echar leña al fuego nos daña a todos.

Reacciones inesperadas

Por último, es importante tener previsto que durante las vacaciones pueden surgir algunas reacciones que no esperábamos en nuestros hijos:
· Retrocesos: Con los cambios de rutinas pueden reaparecer problemas que parecían ya superados, como eneuresis, lloros o miedos. Ante estos pequeños retrocesos debemos ser comprensivos y tener paciencia. No hay porqué alarmarse, es normal.
Simplemente acompañar al niño y tratar de neutralizar los sentimientos de culpa o vergüenza que pudieran aparecer.
· Rebeldía: Ahora que llega el reencuentro de las vacaciones tan anhelado por los padres resulta que a los hijos no les gusta nada de lo que se propone; solo buscan defectos a las decisiones de los adultos y a la que pueden desobedecen o sabotean los planes.
Si encuentras esta actitud plantéate que posiblemente están dolidos. Es habitual, y hasta cierto punto normal, que sientan que los adultos han decidido romper la familia y «destrozarles su mundo» por lo que se rebelan con toda su energía contra uno de los progenitores, los dos, o el mundo entero.
Necesitan expresar su impotencia y su enfado. Hasta que, poco a poco, vayan asumiendo que en la vida a todos nos ocurren muchas cosas que nos cuesta entender y no podemos cambiarlas.
Lo único que podemos hacer es adaptarnos nosotros para sentirnos mejor. Puede ser bueno intentar comprender cómo se sienten y evitar la represión severa. Eso solo aumentaría la distancia y el resentimiento. Se puede ser cariñoso, firme y flexible al mismo tiempo. Aunque la flexibilidad no debe ser arbitraria, ni una rendición, sino un camino para comprenderse y mejorar.

lunes, 7 de julio de 2014

ABC

Consejos para que tus suegros no te amarguen las vacaciones


Decálogo de la psicóloga de pareja Mila Cahue para convivir en armonía con la familia política

En más de una familia las vacaciones no son motivo de armonía ni de un descanso en paz. La convivencia con la familia extensa (suegras, cuñados...) da pie a muchas tensiones, suspicacias, obligaciones... que se pueden convertir en una auténtica tortura. Incluso, que llegan a dar lugar a deteriorar la relación de pareja, sobre todo si no está pasando por su mejor momento. Por este motivo, Mila Cahue, psicóloga de pareja del Centro de Psicología Álava-Reyes y autora del libro «Amor del bueno», ofrece un decálogo de consejos para que la convivencia con el resto de la familia no le amargen las vacaciones:

En casa de los padres o de los hijos

Tanto unos como otros deben respetar las normas de la casa en la que se encuentren. Es decir, «si son los hijos los que están en casa de los padres, deben respetar sus normas y su estilo de vivir. Si no les gusta, lo más adecuado será ir a otro sitio», recomienda Cahue. Si por el contrario, son los padres quienes están en casa de los hijos, deben entender que las normas de la casa son las que han establecido los hijos.
El respeto es la prioridad máxima para que la convivencia durante estos días resulte de buen grado. Por eso, Cahue explica que «los padres deben dejar un espacio de intimidad a los hijos y estos tendrán que aceptar la forma de vivir de sus padres».
En ambos casos también prima la hospitalidad. Dice la psicóloga que «cuando tenemos gente con nosotros, procuramos variar un poco nuestros hábitos para agradar a los invitados y que éstos se sientan a gusto. Incluso cuando existe muy buena relación hay que tener claro en casa de quién se está, qué lugar le corresponde a cada uno en cada contexto y quién tiene la última palabra en momentos determinados».

Decálogo para la convivencia de Mila Cahue

1. La familia primera es la que uno crea, no de la que uno procede. Con esto en mente, podemos empezar a organizar y a recolocar al resto de la familia y de los elementos que componen las vacaciones.
2. No esperar al primer día de vacaciones o a estar todos juntos para decidir o tener claro qué se va a hacer. Se aconseja comenzar a hablar con la pareja al menos una o dos semanas antes de la manera más objetiva y descriptiva posible sobre cuáles son los contextos en los que va a estar, lo que les apetece hacer a ellos como pareja o con sus hijos, lo que probablemente crean o sepan que van a ser los planes de sus padres o cuñados, y además, de la familia política, y decidir cuáles son los más adecuados para este año.
3. De la misma manera, no esperar al primer o segundo día de las vacaciones para informar a las respectivas familias de cuáles son los planes acordados por la pareja para este año. Al menos una semana antes, es conveniente empezar a hablar con las familias respectivas sobre los planes acordados previamente en pareja. Si hay que hacer alguna modificación acordada, todavía estamos a tiempo. Es posible que uno prefiera callarse hasta el último momento para evitar conflictos. Simplemente hay que tener en cuenta que si a la familia pudiera molestarle algo en ese momento, sin duda el enfado será menor que cuando les estemos rompiendo directamente los planes el mismo día de tener que hacerlos. A mayor nivel de enfado, menor será la capacidad para resistirse y ceder.
4. Dentro de la planificación de visitas a distintas casas, es importante que haya momentos exclusivos de la pareja y/o de la familia que hayan creado. No dejar pasar las vacaciones sin haber tenido momentos únicamente para los dos. Ni hijos, ni familias políticas.
5. Si con algún miembro de alguna de las familias existieran conflictos importantes, pero no se quiere hacer un feo, acortar todo lo posible la estancia. A veces un café o una merienda pueden ser suficientes. Las dificultades pequeñas se toleran y se lidian mejor.
6. Si uno de los miembros de la pareja quisiera pasar más rato con su familia y el otro no, hay que resolverlo también de antemano para que así puedan los dos organizarse mejor ese tiempo, especialmente el que no va a acudir. Es importante cerrar con alguna actividad juntos (ir a recoger al otro, cenar, dar un paseo) para que perdure la sensación de que, aunque se haya podido estar separados, se trata de algo consensuado por ambos.
7. Acordar con la pareja qué es lo que van a hacer los dos en caso de que se dé alguna situación conflictiva por algo o con alguien en particular (y que ya se puede prever, pues suele ser lo habitual en las reuniones familiares). Cambiar de temas de conversación o levantarse sin agresividad y cambiar de sitio (pero tienen que estar los dos actuando al unísono). Estas situaciones conflictivas también son momentos magníficos de complicidad para la pareja.
8. No tomar decisiones unilaterales en situaciones imprevistas, ya que son letales para la relación. Darse un tiempo aparte (aunque sea en el baño) y acordar el nuevo posicionamiento.
9. Controlar lo que uno está pensando o interpretando en cada momento y, como consecuencia, lo que dice y lo que hace. Si se puede relativizar o minimizar, mejor. Distraerse todo lo posible fijándose en las partes agradables de cada situación y pensar que «ya se pasará», pero con la sensación de que se cuenta con el apoyo recíproco de la pareja.
10. No olvidar reforzarse mutuamente tras la «prueba superada». Si todo ha salido bien, o lo menos mal posible, y además la planificación ha sido adecuada o se ha sabido corregir a tiempo, es importante que la pareja se dé una pequeña alegría que refuerce aún más sus vínculos.