jueves, 26 de junio de 2014

ABC


Claves para revitalizar la pareja tras la llegada de los hijos


La mayoría de las parejas no son conscientes de esos cambios hasta que comienzan los problemas


Chico conoce chica. Se caen bien, intercambios de teléfono, cenas románticas, un viaje inesperado, flores en el trabajo, promesas de amor eterno. De repente se dan cuenta de que están hechos el uno para el otro y, pasado un tiempo prudencial, deciden iniciar una vida en común, un proyecto vital juntos: casarse y tener hijos. Todo fluye a la perfección y están convencidos de que así será. Se casan, hacen ese viaje de novios de ensueño y se preguntan cómo es posible que la gente diga que el matrimonio trae ajustes complicados. En unos meses el predictor dice sí y todo sigue igual de bien. Y, de repente, llega el bebé deseado, amado, buscado y querido y sin que apenas ellos mismos se den cuenta, algo empieza a cambiar en la relación. La mayoría de las parejas no son conscientes de esos cambios hasta que comienzan los problemas. Es importante preveer y saber qué hacer. La llegada de un hijo cambia mucho las cosas.
Olga Carmona es psicóloga clínica, co-fundadora de psicología Ceibe junto a Alejandro Bustos. Ambos ayudan a parejas a recuperar lo que se ha perdido. Muchas veces, con la llegada de los hijos. Pero, ¿por qué cambian tanto las cosas cuando nos convertimos en padres? ¿Cuáles son los ajustes que hay que hacer en la pareja? Olga es contundente y no duda ni un instante: «¡Todos! A nivel emocional, psicológico, físico, logístico. Cambia la estructura del sistema que hasta ahora estaba formado por dos adultos con un montón de ajustes ya realizados, a ser tres, siendo uno de los vértices del triángulo un ser absolutamente dependiente y vulnerable». Y no sólo eso, es que además —añade— Cambia nuestra percepción del mundo, nuestras prioridades, aparecen temores desconocidos, conflictos, inseguridades… es necesario reajustarlo todo”
Carmona está convencida de que «una pareja es un sistema que tiene su propio equilibrio, aquél que necesita y cubre sus necesidades afectivas, que para cada pareja son distintas. Cuando llega un hijo, el binomio salta por los aires para convertirse en un triángulo al servicio de las necesidades de un tercero que exige mucha energía en términos de afectividad y presencia. La pareja desplaza la mirada hacia alguien que ya no es el otro, o al menos ya no es en la misma proporción que era».
—¿Por qué muchas parejas sufren una grave crisis con la llegada del primer hijo?
—Tantos años en consulta y la propia experiencia personal hacen que la psicóloga no dude al afirmar que esto sucede “porque somos tremendamente resistentes al cambio. Nos sentimos seguros en la inercia, en lo conocido, y la llegada de un hijo es posiblemente uno de los mayores cambios vitales en la vida de un ser humano.
—¿Qué le pasa a la mujer?
—En cualquier caso, como hombres y mujeres no somos iguales, la llegada de los hijos se ve y padece de forma diferente. La psicóloga explica que: en el caso de las mujeres, el cambio va desde lo físico y bioquímico hasta nuestro mundo emocional, que se siente asaltado por la que creo que es la más intensa forma de amar posible. Nos ponemos en cuerpo y alma al servicio de las necesidades de toda índole de un ser que percibimos, y es, absolutamente vulnerable. Este terremoto vital, sumado al cansancio físico y en muchos casos la sensación de desbordamiento psíquico, hacen que nos desconectemos temporalmente del mundo. Y en el mundo exterior, también está nuestra pareja”
—¿Y qué pasa con los hombres?
—Para los hombres es también un cambio brusco y muchas veces desconcertante. Se pueden llegar a sentir agotados, también desbordados, algunas veces desplazados por esa fusión que se produce entre madre e hijo. También tienen que reaprenderse en un rol que hasta ahora les era desconocido.
—¿Qué se puede hacer para evitar la rutina, caer en el olvido de la pareja?
—Es importante para la pareja reconectar, no desconectar. Reconectarse, volver a mirar al otro, buscar espacios que favorezcan y faciliten volver a la emoción que dio origen a los hijos. Alejarse de la exigente rutina, hacer un paréntesis donde volvamos a ser los protagonistas, tomar perspectiva, fortalecer el vínculo. Es tan fácil como frecuente que las imprescindibles demandas de los hijos nos arrastren hasta casi olvidarnos de que también somos hombres y mujeres, no exclusivamente padres. Y que esto no sólo no es incompatible sino esencial. Nuestros hijos necesitan padres sólidos que puedan ofrecer un referente de pareja del que ellos aprenderán. Y ¡claro! a veces no fluye sólo, hay que esforzarse en buscar estos espacios y requieren de una planificación que antes de los hijos era mucho más sencilla. Pero insisto, imprescindible.
Para lograr esto tan necesario en una pareja existen hoteles donde no se admiten niños por una razón muy sencilla: Si uno quiere reconectar con su pareja, algo tan importante para revitalizar el matrimonio y, por ende, la familia, y acude sin niños, si se encuentra con otros niños puede que el objetivo no se cumpla, generándose pensamientos de sentimiento de culpa, pensar en los hijos más que en ese fin de semana que como pareja se están regalando…

martes, 17 de junio de 2014

ABC

Estas son las etapas de la pareja con mayor riesgo de separación

Una relación comienza cargada de buenos propósitos, sin embargo hay periodos más sensibles al distanciamiento y ruptura. ¿Quieres saber cuáles son?

La ilusión de tener al lado a alguien que te trasmite cariño, amor, y que te comprende lleva a muchas parejas a tomar la decisión de compartir sus vidas y casarse con la convicción de que será para siempre. Este compromiso da paso a momentos de gran complicidad y de vivencias que resultan maravillosas por el deseo de compartir juntos su tiempo.
Sin embargo, lo que en principio puede parecer un cuento de hadas, no siempre es así. Tanto la realidad del día a día, que cada vez puede resultar más estresante, como la vida en pareja lleva consigo multitud de situaciones que pueden poner en riesgo la estabilidad de la pareja. Hay que saber cómo hacerles frente para superarlas, pero sobre todo pensar que juntos se pueden superar. Pero, ¿cuáles son esas etapas más conflictivas en la relación?
La primera de ellas es el inicio de la convivencia. «Éste es un momento de adaptación en el que realmente empiezas a conocer de verdad al otro pues ya no solo presenta su mejor cara, sino que también le vemos cuando está enfermo, de mal humor, recién levantado… y muestra sus manías y hábitos —explica Cayetana Hurtado de Mendoza, coordinadora Escuela de Parejas de la Fundación Educativa Universidad de Padres—. Comenzar a vivir juntos supondrá, además, que ambos tendrán que negociar para llegar a acuerdos en las tareas de la casa, temas económicos… lo que puede dar lugar a algún que otro roce hasta que los límites y normas queden bien establecidos».

La llegada del primer hijo

Pasado este primer momento llega un periodo de mayor tranquilidad hasta la llegada del primer hijo. Se trata de un momento, por lo general, muy esperado por la pareja, pero no se puede obviar, que también es una fuente importante de estrés puesto que la responsabilidad de cuidar a un bebé conlleva muchas dudas y miedos. La pareja tendrá que adaptarse a ese nuevo ser que formará parte de la familia y que requerirá de toda la atención de sus padres. «En este momento —añade la coordinadora de la Escuela de Parejas — cambian los horarios, se duerme menos, hay menos espacios dedicados a la pareja y a los momentos de intimidad, lo que puede hacer que surjan, en ocasiones, emociones negativas en alguno de los padres de sentirse en un segundo plano, sobre todo cuando alguno de ellos se vuelca en el cuidado del niño. Es una etapa en la que se genera un contexto propicio para que aparezcan fricciones, pues ambos están cansados y estresados y hay poco espacio para los dos. Ahora gira todo en torno al bebé».

Estancamiento

Otra de las situaciones que pueden llegar a provocar una crisis en la pareja es que vivan un periodo de estancamiento mantenido en el tiempo. Es habitual que ocurra cuando llevan años en pareja y no han dado pasos en común, ya sea casarse, tener hijos, cambio de casa… «Uno de los aspectos que mantiene a flote una pareja y que mayor satisfacción proporciona es desarrollar proyectos en común que generan sentimientos de crecimiento y de avanzar juntos», explica Cayetana Hurtado de Mendoza..

Desgaste por circustancias personales

En otras ocasiones no se produce este estancamiento mantenido en el tiempo, pero sí unas circunstancias de convivencia en la pareja que provocarían momentos difíciles. Como en el caso de que la pareja construya su vida en un contexto en el que reina la rutina, no hay casi tiempo de calidad en la pareja y ambos se centran en sus trabajos u obligaciones dejando en un segundo plano a la pareja y llevándola a un estado de desgaste y desilusión que acabará por generar problemas de más gravedad.

Contratiempos en la salud o el trabajo

La especialista en parejas, añade que puede ocurrir también que alguno de los miembros del matrimonio padezca algún problema físico o enfermedad mental. «En esta circunstancia ambos sufren mucho y puede llegar a suponer momentos de mucha frustración y desequilibrio, pues será uno de ellos el que asuma las riendas y tire de la pareja mientras que el otro se recupera».
Algo similar sucede cuando alguno de los dos se queda sin empleo y empiezan a aparecer problemas de dinero y el otro compensa esa responsabilidad económica. En este caso, el que se queda sin trabajo comienza a sentirse menos útil y pueden surgir sentimientos negativos respecto a su persona y al papel que juega en la pareja y acabar afectando a la relación. Y, por otra parte, el que trabaja más se siente sobrecargado.

Cuando los hijos se van de casa

Otro momento crítico surge cuando los niños se hacen adultos y se van de casa, pero llega lo que se conoce como el síndrome del nido vacío. Esta nueva situación puede suponer un problema cuando la pareja se ha centrado en el cuidado de los hijos. «Ahora cuando se ven los dos solos, sin ese punto de unión, tienen que volver a reinventarse y construir nuevos lazos —explica Cayetana Hurtado de Mendoza—. Algo parecido sucede cuando llega la jubilación y ambos pasan más tiempo en casa».
«En muchas ocasiones se encuentran como dos desconocidos que llevan toda la vida viviendo juntos pero que ahora no saben de qué hablar o cómo compartir su tiempo. Esos huecos que antes dedicaban al trabajo ahora han quedado libres y sienten un vacío que tendrán que volver a llenar y aprender a compartir con su pareja».

Un hecho traumático

Otra de las circunstancias más difíciles por las que puede pasar una pareja es afrontar un hecho traumático como la muerte de un familiar o la enfermedad de un hijo. Algunas parejas se unen y establecen unos lazos más fuertes. Sin embargo en otras ocasiones conlleva la separación debido a que cada uno se encierra en sí mismo, lo que supone un distanciamiento. Relacionado con ello estarían las cargas familiares de alguno de los miembros de la pareja que pueden provocar una sobrecarga e interferir en la dinámica de la relación.
Los engaños, infidelidades o mentiras vulneran uno de los pilares más importantes en los que se sustenta una pareja: la confianza. Si ésta falla se producirá una espiral de inseguridad y demandas constantes que provocarán un distanciamiento mayor.

Los cambios evolutivos

Por otra parte, concluye la especialista en parejas, «no podemos olvidarnos de los cambios evolutivos que en cada uno se sucederán —la menopausia o andropausia, cambios corporales después de los embarazos, dificultades físicas, vejez…—. A todos ellos deberán enfrentarse tanto personalmente como en pareja pues estos cambios repercutirán en el estado de ánimo y en la autoestima de la persona y, por tanto, en el modo de relacionarse con el otro también».