martes, 28 de enero de 2020

El Pais

La justicia niega a un médico la custodia compartida de su hijo de ocho años por sus guardias semanales

El tribunal no cree que pueda asumir personalmente el cuidado del menor porque tiene que pasar dos o tres días completos de cada semana en el hospital

El régimen de custodia compartida de los menores se abre paso en los tribunales. Cada vez más progenitores solicitan esta modalidad de cuidado de sus hijos tras la ruptura. Sin embargo, no siempre es posible pues hay determinadas circunstancias que personales que suponen un obstáculo insalvable para conseguirla, pese a que los jueces la vean como deseable. Uno de ellos es la actividad laboral de los padres, pues profesiones con jornadas laborales interminables o poco previsibles, como las de camarero o piloto, les perjudican en este sentido.
Este es el caso de un médico brasileño, residente en Badajoz, que ha visto como, por culpa de su trabajo, la justicia ha rechazado dos veces su solicitud de compartir la crianza de su hijo de ocho años con su expareja. El problema, señalan los jueces, es el poco tiempo que le queda para hacerse cargo personalmente del niño después de prestar dos o tres días a la semana guardias intensivas en Portugal. La última de estas resoluciones (cuyo texto puede leer aquí), dictada por la Audiencia Provincial de Badajoz, concluye que este cambio no beneficiaría al menor y mantiene, por tanto, la custodia exclusiva de la madre.
Tras la ruptura, ambos progenitores acordaron que fuera la madre la que se quedara con la custodia del menor. El padre, médico de profesión, tenía entonces un trabajo en una clínica privada en Badajoz que compaginaba con guardias de 24 horas en dos hospitales en Portugal, a más de 200 km de su lugar de residencia. Mientras que la mujer, visitadora médica, consiguió adaptar su horario (de 8 a 15 horas), el padre debía desplazarse dos o tres veces por semana al país vecino, saliendo a las siete de la mañana y regresando sobre las once u once y media del día siguiente.
Un statu quo que este intentó modificar cuatro años más tarde, solicitando la custodia compartida de su hijo por semanas alternas y, en caso de no conseguirlo, la reducción a la mitad de la pensión del menor (de 500 a 250 euros). Argumenta que, al haber dejado su trabajo en la clínica, ahora dispone de más tiempo para el cuidado del niño, y que este ya no es tan pequeño. Una solución a la que se opusieron tanto el ministerio fiscal como la madre del niño.
El tribunal extremeño rechaza el recurso del padre porque considera que no se dan las condiciones para cambiar el régimen de custodia sin perjudicar al menor. Y advierte que la propuesta del padre no es clara ni realista. En este sentido, reconoce que la ocupación laboral de los progenitores sí puede convertirse en un “obstáculo para el buen funcionamiento del régimen de custodia compartida”.

Bomberos, camareros, pilotos…

No se trata, argumentan los magistrados, de encasillar determinadas profesiones, sino de que el trabajo permita a los progenitores ejercer sus responsabilidades parentales. La custodia compartida “no está prevista solo para personas desocupadas o empleados con horarios flexibles”, señala. Es importante, aclaran, desmitificar “esa idea de que el mejor custodio es el que tiene más tiempo libre”.

“Sí, los camareros, dependientes, repartidores, médicos de urgencias, etcétera, también tienen derecho a disfrutar de un régimen tanto de custodia exclusiva como de custodia compartida”, afirma el mismo tribunal que denegó hace unos meses la guarda conjunta de sus hijos a un camarero por sus largas jornadas laborales.
No es, por tanto, la ocupación, ni necesariamente la jornada laboral, exponen los jueces, la que impide la custodia del menor. Lo único necesario es que se garantice la “adecuada atención del menor”, porque “no es tanto la cantidad como la calidad”, y tampoco es obstáculo el ayudarse de familiares o terceros, pero nunca delegar en ellos totalmente pues hay deberes parentales que son “personalísimos e indelegables".

Padres ausentes

Pero, ¿dónde está la delgada línea entre el poder delegar algunas funciones propias de la maternidad y paternidad, y el hacer una dejación de estas de forma que la custodia compartida sea incompatible con la situación personal y profesional de los padres?
Para la abogada de familia Delia Rodríguez, socia de Vestalia, una cosa es contar con ayuda extra, y otra muy distinta es delegar las funciones "de forma absoluta y sistemática, como un modo de vida, en otras personas, incluso aunque se trate de los abuelos". Pone de ejemplo la sentencia de la Audiencia Provincial de A Coruña, por la que se modificó la custodia compartida que ejercía un padre porque encargaba continuamente sus deberes y obligaciones a los abuelos del menor. Al fin y al cabo, reflexiona, “si se solicita la custodia compartida de los hijos es precisamente para poder ejercer de madre y de padre, no para que los niños estén con otras personas”.
En su opinión, al padre protagonista de esta sentencia, “le perjudicó enormemente el plan de corresponsabilidad propuesto, pues la Sala percibió con ello incertidumbre, desconfianza y una propuesta poco seria”.

Ingresos y pensión

Para poder solicitar una rebaja de la pensión del menor, hay que demostrar que la situación económica ha empeorado. En el caso resuelto por la Audiencia de Badajoz, se rechaza esta petición porque la holgada posición económica del padre (con una renta de unos 87.000 euros al año), le permitían hacer frente a una asignación de 500 euros mensuales, aunque fuera a tener otro hijo.
La abogada Delia Rodríguez echa en falta, en cambio, una mención a los gastos ordinarios reales del menor, "premisa de la que debe partir cualquier reparto de estos entre los progenitores de forma justa y proporcional a sus recursos económicos".
Y es que, señala, "es habitual encontrarnos con casos en los que el progenitor solicitante no se molesta ni siquiera en intentar acreditar en qué gastos de los niños se basa para pedir pensiones de alimentos de cuantías estratosféricas, centrándose únicamente en los ingresos del otro".
Es cierto, concluye la letrada, que las medidas paternofiliales deben procurar el mantenimiento del statu quo o nivel de vida de los niños, "pero no menos cierto es que nos encontramos con casos en los que las pensiones de alimentos superan con creces las necesidades ordinarias totales de los niños, y que obvian sus gastos reales así como el hecho de que el progenitor custodio también debe contribuir al mantenimiento de los menores".

 

viernes, 17 de enero de 2020

El Confidencial

Juntos pero no revueltos: por qué cada vez más parejas deciden vivir cada uno en su casa

No quieren renunciar a su independencia ni a las ventajas de un compañero sentimental. Se da sobre todo entre parejas divorciadas que no quieren volver a convivir con nadie

 

Sharon y David son novios desde hace 21 años, pero nunca han vivido juntos. Cuando se ven, hacen lo mismo que cualquier pareja: salir a cenar, ver películas juntos, quedar con amigos… Pero nunca discuten sobre quién saca la basura o cómo casar los calcetines. Se ven sobre todo los fines de semana, mientras que de lunes a viernes duermen y hacen vida en sus respectivas casas, a 25 minutos en coche de distancia. “Nos cuidamos y estamos el uno para el otro como cualquier pareja comprometida, en la salud y en la enfermedad. Simplemente, lo hacemos desde direcciones diferentes. No creo que necesites compartir el espacio físico para compartir espacio emocional”, explica Sharon, cineasta canadiense de 57 años.
Son una pareja LAT, acrónimo de ‘living apart together’ (vivir separados juntos), una opción cada vez más extendida en los países desarrollados, como Reino Unido o los países nórdicos, donde se calcula que cerca del 10% de las parejas vive en casas distintas. Una parte de ese porcentaje lo hace por elección: no quieren perder su independencia y espacio, pero tampoco renunciar a las ventajas de tener un compañero sentimental.

“Surgen como consecuencia de la desinstitucionalización del matrimonio, la independencia de la mujer y el impacto de las nuevas tecnologías, que no solo han cambiado la forma de conocernos, sino que también han disminuido el impacto de la distancia física”, explica Luis Manuel Ayuso, sociólogo de la Universidad de Málaga, que se encontró con este fenómeno investigando sobre el emparejamiento en personas viudas en España. “Hablaba con mujeres que me decían que ya no querían lavar los calzoncillos de nadie, sino alguien con quien ir a bailar o de crucero, y luego cada uno a su casa”.
En los países donde está más extendido, como Estados Unidos, Francia o Suecia, los estudios apuntan precisamente a que es la gente mayor, viuda o divorciada, la que más prefiere estar junta pero no revuelta, puesto que ya han vivido la experiencia de convivir con alguien. De hecho, en estos países, hasta un 64% de parejas LAT mayores de 60 años están dispuestos a continuar viviendo separados.
Es lo que le pasó a Jeni, una trabajadora social retirada de Vancouver que lleva siete años con Cameron, un profesor de bajo de 60 años al que ve unos cuatro días por semana. Antes de eso, Jeni había vivido con su exmarido durante 16 años, hasta que se fue de casa. “Los dos habíamos vivido solos durante varios años y teníamos vidas divergentes e independientes que a lo largo del tiempo quisimos mantener”, cuenta a este diario sobre su pareja actual. “No teníamos intención de formar una familia, ni de juntar las nuestras (yo tengo un hijo), así que no le vimos sentido”. Incluso cuando duermen juntos, tienen dos habitaciones, porque él ronca y ella sufre de insomnio. Cuando no se ven, se escriben antes de irse a dormir y al despertarse. Según un estudio, el 86% de las parejas LAT se comunica a diario por teléfono o 'e-mail' y suele vivir cerca.


De Simone de Beauvoir a Gwyneth Paltrow

La paulatina evolución de las parejas LAT es una consecuencia de la segunda transición demográfica marcada por el control de la fertilidad, los mayores niveles educativos y el aumento de la igualdad. O dicho de otra manera: la forma en que concebimos el amor no tiene nada que ver con cómo lo veíamos hace unas décadas. Primero, fueron los matrimonios sin amor; luego, los matrimonios con amor pero de por vida; más tarde, la cohabitación previa al matrimonio, y, posteriormente, la desinstitucionalización del matrimonio como paso necesario en la trayectoria de una pareja. “Querer es muy subjetivo, pero es que las parejas son cada vez más subjetivas: son tolerados más modos de vida distintos si es lo que cada uno quiere y le funciona, como pasa también con el poliamor o la bisexualidad”, apunta Ayuso.

Sin embargo, vivir bajo distinto techo no es nada nuevo. Los primeros en practicarlo fueron Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, quienes además tenían una relación abierta. Curiosamente, ahora ambos comparten tumba en el cementerio de Montparnasse, en París. Más recientemente, famosos como Woody Allen y Mia Farrow también lo practicaron (vivían en diferentes lados de Central Park), así como el director Tim Burton y la actriz Helena Bonham Carter o Gwyneth Paltrow y su segundo marido.

Tipos de parejas en LAT

Según las experiencias de parejas LAT, además de para mantener su independencia al margen de la relación, también les ayuda a mantener la llama encendida: “Nos vemos mucho, pero no demasiado. No nos sacamos de quicio ni discutimos sobre temas cotidianos como el dinero o dejarse abierta la tapa de la pasta de dientes. Estamos más frescas, románticas y más dispuestas a aceptar nuestras diferencias”, cuenta Penny, una ejecutiva de Toronto que empezó a salir con su futura mujer después de 10 años viviendo con su exmarido. “Hace poco, nos hemos prometido y mucha gente da por hecho que al final nos vamos a mudar juntas, pero no lo vemos necesario. Otras veces, piensan que nuestra relación no es seria o que tenemos fobia al compromiso, pero tampoco es verdad”.

 

En el caso de Penny, por su trabajo, necesita vivir cerca de un aeropuerto, mientras que su novia prefiere la vida en el campo. “Pero sé que nosotras somos afortunadas, porque tenemos una posición económica que nos permite mantener dos hogares, y no todo el mundo puede”, afirma.
En España, las parejas LAT están teniendo menos recorrido que en otros países, precisamente por la precariedad entre los jóvenes, aunque también por cuestiones culturales: “Por un lado, nos emancipamos mucho más tarde y los procesos de emparejamiento son más tardíos. Y cuando lo hacemos, la vivienda es muy cara como para mantener dos casas”, apunta Ayuso. “Pero también porque tenemos redes familiares más fuertes que en otros países, no nos gusta tanto estar o vivir solos como en los países nórdicos”.
Según un estudio de Ayuso, en España, el 8% de las mujeres tiene pareja y no convive con ella, frente al 14,7% de parejas LAT de Francia, o el 11,8% de Alemania, aunque por encima de otros países más tradicionales como Rumanía (4,6%). Sin embargo, faltan estudios para saber cuánto de ese porcentaje lo hace por propia voluntad o son personas que, por circunstancias como la distancia o el cuidado de personas dependientes, no pueden vivir juntas. O hasta qué punto vivir separados porque ninguno quiere renunciar a su carrera es elección u obligación. “Antes, uno de los dos —casi siempre la mujer— seguía al marido, y no había más”, apunta el sociólogo.


Lucía (nombre cambiado) forma parte de ese 8% español. Hace cuatro años que mantiene una relación sentimental con su pareja y nunca se ha planteado vivir con él. “El proyecto de futuro, por el momento, es vivir separados”, zanja. Ella tiene 30 años, él 37, y sus casas de Madrid están a media hora andando la una de la otra. “Me gusta tener mi espacio, con mis cosas, y poder volver a él cuando lo necesito. Además, por mi casa pasa mucha gente, se quedan a dormir… Y yo me sigo nutriendo de relacionarme con otras personas, lo que creo que también favorece a la pareja porque entra más aire y nuevos puntos de vista”, explica esta residente de Psiquiatría. “Pero reconozco que también tiene un punto individualista, y no en el buen sentido; a algunas personas nos cuesta más compartir espacios, y eso antes era impensable”.
El surgimiento de estas relaciones tiene también mucho que ver con la sociedad líquida de Bauman. “La vida en pareja es un proceso cada vez más fluido: los vínculos son más débiles y el riesgo de ruptura en estos casos es muy alto, porque no hay ni que cambiar los armarios. O te enfadas y estás 15 días sin hablar porque no te ves”, apunta Ayuso. “Queremos tener pareja, pero no el desgaste que supone tenerla. Claro que también habrá quien te diga que por qué hay que aguantar a nadie, o que hay matrimonios que llevan 40 o 50 años juntos pero cada uno duerme en un dormitorio porque no se aguantan, ¿y es eso lo ideal? Igual tampoco”, reflexiona. Para Sharon, sin embargo, se trató más bien de un proceso natural: “Siempre nos han enseñado que el amor es conocerse, enamorarse, casarse y convivir, pero yo no entendía por qué había que vivir juntos. Y simplemente, nunca lo he necesitado”.

Según un estudio de la Universidad de Misuri, el motivo para vivir separados en las parejas LAT es distinto entre hombres y mujeres. Mientras que ellos quieren proteger su tiempo de ocio, ellas quieren preservar su autonomía. Además, otra investigación en Suecia entre 116 parejas de entre 60 y 90 años descubrió que ellas disfrutaban más de este tipo de forma de vida que ellos porque “no tienen que sacrificar su libertad para experimentar la intimidad”.

 Ni plan familiar ni beneficios
Pero vivir cada uno en su casa también tiene sus desventajas. Al margen del rechazo y el escepticismo que pueden despertar en su entorno, a nivel burocrático, todavía queda camino para que los gobiernos los reconozcan como pareja si no comparten ni dirección. “No podemos acogernos a ningún ‘plan familiar’, de teléfono o servicios de internet. Tampoco podemos ser beneficiarios de nada ni cumplimos el criterio de ‘acompañante familiar’ en el médico, por ejemplo, porque en la mayoría de instituciones no hay todavía una casilla que recoja nuestra circunstancia”, apunta Jeni.

Tampoco la sociedad, cuentan, les entiende muchas veces: les califican de egoístas, temerosos del compromiso o lo ven como una excentricidad pasajera. Sin embargo, Jeni y Sharon no se ven viviendo de otra forma, mientras que Lucía no se cierra las puertas si, por ejemplo, algún día, decide tener hijos. Penny, por su parte, está más cerca de comprarse una casa con su mujer en Costa Rica que en compartir vivienda todo el año en Canadá.
Si vivir cada uno en su casa y dios en la de todos es una moda pasajera o una forma de vida que ha venido para quedarse, se verá con el paso del tiempo: “Dentro de unos años, tendremos la primera generación de viudos que vivieron la primera revolución sexual, y van a estar todavía más abiertos a estas formas de emparejamiento”, apunta Ayuso. Sharon, quien está preparando actualmente un documental sobre el tema, no tiene dudas de que aumentarán con el tiempo: “Con las elevadas tasas de divorcio que tenemos actualmente, ¿no es tiempo de empezar a pensar fuera del molde… o de la casa?”.