lunes, 24 de abril de 2017

ABC

«Nunca hubiera llegado a un puesto de dirección sin la ayuda de mi marido en el cuidado de nuestras hijas»

Ana Isabel González, directora global de cadena de suministro de P&G, explica cómo consigue conciliar familia y trabajo 

Ana Isabel González es madrileña y cuando le llegó el momento de elegir carrera universitaria optó por hacer una ingeniería Química. Al finalizar sus estudio, logró dos becas, por lo que estuvo los dos años siguientes en Dinamarca y Francia. Terminado este periodo regresó a Madrid y, al poco tiempo, la compañía P&G contactó con ella para mantener una entrevista de trabajo. A los siete días empezó a trabajar como ingeniero de procesos de esta empresa en su sede de Barcelona.
Confiesa que, en un principio, no tenía muy claro en qué tipo de organización quería trabajar, pero lo que sí pretendía tener era una carrera profesional con proyección internacional. Corrían los primero años de los 90 y allí conoció al que un año después se convertiría en su marido, aunque él posteriormente siguió otra trayectoria profesional.
Trabajó seis años en el área de manufactura de todas las categorías de productos, compra de materias primas... «El mundo de la logística me encantó. El paso natural era venirme a Madrid donde empecé a trabajar en el departamento de logística con varias funciones», confiesa.
«Me dieron la posibilidad de irme a Ginebra. Tuve que reflexionar mucho: tenía en aquel entonces una hija de tres años. Me dí cuenta que tendría grandes problemas para poder conciliar vida laboral y personal. Tampoco era un buen momento para desplazar a toda la familia, ya que mi marido disfrutaba de un puesto muy bueno. Tuve que elegir: mi carrera o mi familia. Aposté por la familia —asegura— a pesar de que ir a Ginebra suponía para mí un paso previo a un ascenso porque pasaba a tener responsabilidad europea que me posibilitaría ascender a un nivel de alta dirección».
Aún asçi, confiesa que en los primeros momentos sintió que estaba desaprovechando una gran oportunidad, algo que para ella siempre había sido un sueño porque lo que le hizo decidirse por trabajar en P&G era, precisamente, la posibilidad de hacer negocios a nivel internacional.
Sin embargo, buscó soluciones alternativas. «Pensé porqué tengo que quedarme sin cumplir mi sueño. «Decidí plantear a mi empresa que estaba muy interesada en hacer negocios a escala europea y que si no podía desplazar mi residencia fija a Ginebra, sí que podía viajar mucho. De este modo, les propuse acceder al puesto desde España. Tuve jefes muy abiertos que me dijeron que porqué no. Me atreví a hacer el planteamiento y fue aceptado. Por este motivo, animo a las mujeres a que busquen sus propias alternativas para conciliar vida laboral y familiar y las prongan en la empresa. Que no esperen a que les vengan las soluciones desde fuera. Deben atreverse a comunicarlas a sus jefes. Quizá, si su alternativa no es válida, se pueda adaptar. Es importante que las mujeres den ese paso. En mi caso ha sido una solución fantástica. Desde entonces tengo periodos de responsabilidad europea y otros, desde hace unos años, repsonsabilidad global. ¡Y sigo viviedo en Madrid!», afirma orgullosa.
Explica que es muy importante que cuando se hacen planteamientos de aspiraciones profesionales y de tener familia, se plantee qué sistema de apoyo son necesarios. «Yo soy muy afrotunada porque tengo a una persona contratada en casa que es un apoyo enorme. Pero, sobre todo, tengo a mi marido con el que me reparto las responsabilidades familiares. Aún así, hay asuntos en los que yo quiero estar muy involucrada, como son la educación y los temas médicos de mis dos hijas, la segunda fue adoptada cuando tenía 8 años, la misma edad de su hija biológica. Ahora las dos tienen 18 años».
Para estar al tanto de ellas, cuando empezaban el curso escolar Ana Isabel González les decía a los profesores que viajaba mucho pero que quería estar en contacto con el colegio. «Les planteé si podíamos hacer las tutorías virtuales. La verdad es que nunca nadie me dijo que no. Nos conectábamos por facetime y siempre estuve al tanto de todo», asegura.
Cuando se pone el «chip de madre», siempre piensa que podía haber estado en este o aquel momento, «pero siempre me he esforzado en ser una madre presente y, de hecho, mis hijas lo ven así y saben que estoy pendiente de sus actividades escolares, de sus amigas... De hecho, he estado en China y me han llamado para consultarme cosas estando mi madrido en Madrid. Viajo la mayor parte del tiempo. Si son viajes por Europa, que son el 70%, salgo de casa el lunes y vuelvo el miércoles; si son de larga distancia —que intento que sea una vez al trimestre—, estoy una seman o 10 días máximo fuera de casa. Con un ordenador y un teléfono se pueden hacer muchas cosas y estamos muy conectadas».
Actualmente es directora de logística para clientes globales y presidente del centro español de logística en P&G, lleva 26 años en P&G. Reconoce que sin su marido no lo hubiera conseguido. «Yo no habría podrído llegar a un puesto de direción sin la colaboración de mi marido, si él no hubiera participado igualtariamente en el mismo sentido que yo con nuestras hijas», puntualiza.
«Nuestro caso es un ejemplo que damos a nuestras hijas. Somo su modelo para que ellas sean conscientes que el día de mañana están en igualdad de oportunidades que cualquiera de sus amigos porque lo han visto en su propia casa. Mis hijas han sido testigos de que los roles de su padre y su madre son equivalentes. Este equilibrio es fundamental», asegura muy rotunda.
«Yo miro atrás —prosigue— y veo que a nivel social y legislativo están cambiando muchas cosas en la sociedad y en las empresas. Mi compañía es un claro ejemplo porque tenemos un programa de conciliación muy amplio que da respuesta a las necesidades que hay en las distintas etapas de la vida del empleado».
Explica que en una primera etapa, cuando hay niños pequeños, se permite reducción de jornada, flexibilidad horaria, trabajar de forma más extensa de lunes a jueves para poder salir antes el viernes... «Cuando nació mi hija y me incorporé de la baja de maternidad me di cuenta de que el horario era muy exigente y solicité reducción de jornada para tener dos tardes libres a la semana y poder estar más con ella. Esas tardes me daban la vida: iba a buscarla al colegio, juegaba con ella e, incluso, tenía tiempo para mi. Por si fuera poco, me permitió seguir con un trabajo y un puesto —directora de logística de clientes para España y Portugal— que me gustaba. Fui una de las primera mujeres directivas en dar ejemplo de real de conciliación. Y, así lo disfruté durante tres años. Posteriormente, profesionales de mi equipo se lo pidieron también para disfrutar de sus bebés».
Matiza que, además, en su compañía los empleados pueden solicitar tres meses sabáticos coincidiendo con un cambio de asignación. «Por este motivo, cuando mi hija tenía 6 años, y coincidiendo con un cambio de empresa de mi marido y de puesto en mi caso, me cogí dos meses para viajar que no olvidaré en la vida», recuerda con entusiasmo.
Aún así reconoce que aún hay muchos prejuicios entre los directivos, «pero también en el resto de empleados al no atreverse a sumarse a ciertas medidas de conciliación por temor a que les pongan etiquetas que no les favorezcan en su profesión. Yo soy partidaria de plantear las cosas siempre. Además, son medidas beneficiosas para ambas partes porque el compromiso con la empresa se incrementa notablemente, la motivación, los resultados... Pero es importante que haya ejemplos para que el resto de la plantilla se anime. En mi caso nunca me ha perjudicado tener la oportunidad de conciliar. El pasado año tuve el honor de ser elegida presidente del Centro Español de Logística que es una asociación de referencia en el sector. Honor por el sector que represento y también porque en logística no hay muchas mujeres», concluye. 


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